jueves, 11 de marzo de 2010

Tipificación y clasificación del novillero

José Arévalo, insurgente de la novillería. Foto: Manolo Moreno



Feria de Fallas. 1ª de abono. Un tercio de plaza. Novillos de Torres Gallego para Alejandro Esplá, Luis Miguel Casares y José Arévalo.


La novillada de Torres Gallego, presentada por los del Plus como toritos de provincias, hizo honor al apelativo y fue una de esas corridas basura, sin casta ni fuerza que se pueden ver lo mismo en Granada, Albacete o Castellón. Una porquería con mayúsculas. Sin excusas.


Alejandro Esplá es la antítesis de José Arévalo, o dicho de otro modo, es todo lo contrario que debe de ser un novillero. Se le adivina ya, desde que hace el paseíllo, que no tiene esa hambre, esa afición o esas ganas de hacerse rico que debe de tener el joven aprendiz. Trajes de luces bonitos, cargados de oro, capotes y muletas con su sello personal, un tropel de partidarios y la simpatía de los medios de comunicación, muestran que es un torero de porcelana china, todo fachada. Cualquier otro atributo que lo asemeje a un torero es pura casualidad. No puede ser que un novillero, en el mes de marzo; plaza de primera; con los ojos de la España taurina delante, tras matar su primero, un inválido que pedía la eutanasia nada más salir por chiqueros, que no le dio ninguna opción, esté tan tranquilo, tan contento, tan feliz de la vida. ¡Cómo sonreía y se gustaba en la barrera! ¿ Dónde está esa rabia del triunfador sin triunfo? ¿De verdad tiene conocimiento de que es un privilegiado por tener la oportunidad de ser torero? Da la impresión de que Alejandro, es uno de esos jóvenes que se dejan llevar por la tradición familiar: unos se hacen guardias civiles, otros militares, unos médicos y a éste le ha tocado torero porqué afortunadamente así quiso Dios que fuera el padre.



Si Esplá hijo es la antítesis de lo que debe de ser un novillero, Casares es el más claro arquetipo de la argamasa que cimenta el futuro de la Fiesta. Soso, lineal, inexpresivo, con olor a pre-fabricado, sin chispita, todo esto que los taurinos ahora llaman técnica. Su labor hoy, como la de muchísimas tardes el año pasado, no será recordada por nada en especial. Nada que llevarse a la boca ni al recuerdo. Lo mismo que un funcionario cuando ficha a la salida del ayutamiento: un día menos para las vacaciones y un día más que cobro.


La sorpresa de la tarde ha sido ver a un desconocido luchar por hacerse conocido. Uno de los muchos objetivos que debe tener un aspirante a matador de toros debe de ser ese: impactar, hacerse distinguir del resto de competidores que persiguen su misma meta. Todo lo contrario que los otros dos, reconocidos hijos de taurinos. José Arévalo, que se llama el chaval, para que ustedes lo conozcan, demostró tener afición, ganas de comerse el mundo, valentía, atrevimiento, descaro y ese punto de imprudencia que le va a abrir muchas puertas. Entre ellas, la del aficionado, que si sabe de toros, sabrá medir al muchacho por lo que es, un novillero `de los de toda la vida´al que no se puede juzgar aún por su técnica, su lidia y sus conocimientos, pero que viéndolo te hace albergar esperanzas de que aún hay gente joven que se pirra por ser torero hasta el final de las consecuencias.



Mañana, aunque metida en la feria por la empresa como con asco, o con lástima, esperemos disfrutar de una gran corrida de toros. Los Adolfos con Moreno, Calvo y El Califa, al que tengo muchas ganas de volver a ver.

1 comentario:

malagueto dijo...

Este Arévalo me ha recordado aquellos novilleros de hace 30 años que salían a comerse al toro. Lo harían mejor o peor, pero siempre daban espectáculo.
Los dos muermos de ayer, seguro que se hacen matadores y hasta lidian 40 corridas por temporada y el chico atrevido y valiente, se perderá por los pueblos.
Así está montado el negocio hoy día.

Saludos