viernes, 22 de julio de 2011

La tercera venida de Tomás

Dolores de Lara


Vienen a cumplirse ahora quince meses desde que Navegante, el alfíl cárdeno de Santiago, diera jaque, y casi mate, al Rey de Galapagar. Desde aquella hidrocálida tarde, madrugá española, todo el mundo, aficionados o antitaurinos; tomistas o poncistas; moros o cristianos; han seguido con fervor e interés -más o menos disimulado- la evolución del Pasmo. Primero, verían como se salvaba el hombre, gracias a las manos, que después serían vejadas y calumniadas, del Dr. Carlos Hernández Sánchez y su equipo de milagreros. Lenta y desesperadamente, con el paso de las semanas, se salvaría la pierna, terriblemente afectada y reventada, como de miliciano artillero, carne y pellejo de trinchera. Todo un calvario de intervenciones quirúrjicas, entrenos y sesiones de rehabilitación que nos ha traído hasta aquí: la reaparición del otra vez torero, el 23 J, Valencia, cónclave tomista, el de la tercera venida de José Tomás al feudo del común de los mortales. 

Entre esos mortales, muchos somos los sacrílegos, y no creo que tengamos que implorar el perdón, a los que este segundo Tomás, que esperamos quedara enterrado en Aguascalientes, fue incapaz de emocionarnos, a no ser que por emoción tengamos a la crispación, la decepción y el desengaño. Las razones son ya consabidas, tanto por partidarios acérrimos, que las niegan a sabiendas de que pesan como el plomo, y por detractores, que también los hay radicales -entre los que me incluyo sin pudor, pues la pasión y la vehemencia no es pecado, y si lo es, que tire la primera piedra el que esté libre de él-, que no paran de utilizarlas como parapeto, incluso en las tardes grandes, y escasas, de este torero.

Así que esperamos , y rezamos, para que esta sea una nueva etapa, más parecida a la primera, la del torear como nadie lo hiciese fuera del blanco y negro, y la de mandar dónde mandan las figuras del toreo: con el Toro y en la plaza. Nueve festejos este año deben de servir de prólogo hacía una próxima temporada que se antoja definitoria para la carrera de Tomás y el huérfano futuro del toreo. Por eso, y por más cosas, como la necesidad de llevar la imagen de la tauromaquia más allá de las enclaustradas fronteras de siempre, posibilidad que sólo ofrece JT, -por mucho que lo intenten los Hombres gé-, o la percepción y entendimiento de que es un humano, no un galáctico, que sale de dónde nadie hubiera pensado en salir, es necesario un descanso en la exigencia y un reposo en el ojo crítico.

Mañana es hora de alegrarse y disfrutar. Ya vendrán tiempos de polémicas y discusiones. Bienvenida sea la tregua tomista.

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